domingo, 15 de agosto de 2010

TEOTIHUACANA

Mitología, religión y simbolismo cósmico. 200 a.C. - 800 d.C.
A lo largo de todo el milenio anterior a nuestra era se desarrolló, la cultura teotihuacana. Fue, en la meseta central de México, donde este grupo agrícola y aldeano, va creciendo hasta alcanzar expresarse como una de las más poderosas

e inspiradas sociedades humanas de Amerindia. Su potencia ideológica como centro de culto y político, y como ciudad produjo, no solo un alto nivel administrativo, sino que, al comerciar con gran parte de Mesoamérica, expandió sus ideas, obras y mitología dando origen a variantes religiosas y artísticas.
Esta sociedad sintió, como muchas en América, la apreciación fundamental de la valoración por la naturaleza. Esta apreciación constante de los fenómenos climatológicos se manifestó en un apasionado culto y respeto máximos por "esos dioses": la Lluvia, el Rayo, el Trueno, etc. que, en su conjunto, eran "la Madre Natura". La obra plástica, expresión mítica, religiosa y poética de esta veneración,

lo prueba.

La devoción monumental
Su definición como gobierno teocrático comenzó alrededor de 200 años a.C.

Se inicia la construcción de la Pirámide “del Sol”, colosal masa de expresión ambivalente pues, al mismo tiempo que se eleva conserva una evidente expansión horizontal. Ya aquí, en esta concepción, podemos observar el predominio de un pensamiento dual que poseyeron en sus creencias todos los pueblos amerindios.
Es posible que por estas épocas hayan arribado al concepto del universo como unidad total de la existencia, con esto quiero decir que, en tiempos arcaicos, sus antepasados concibieron la realidad como la manifestación de múltiples dioses
--fenómenos--, cada uno autónomo en sí mismo.
Lentamente, sin abandonar nunca su pensamiento mágico, el hombre hace en esta región del planeta, un incipiente comienzo de razonamiento cognoscitivo. Paulatinamente, a medida que los más inteligentes van interpretando la interrelación fenomenológica, se va abandonando el criterio individualista del chamán con sus dioses autárquicos. De esta manera, se inventa una casta sacerdotal que predomina sobre el jefe tribal, crea una cosmogonía y una religión, establece un culto ritual y construye centros ceremoniales de variada tipología arquitectónica. Este camino no fue sencillo: transcurrieron muchos siglos hasta que la configuración de que el cosmos es una unidad con infinidad de manifestaciones, positivas y negativas

--deidades-- se afianzó y produjo uno de los logros intelectuales y existenciales más importantes del hombre antiguo.
Los sacerdotes impondrán severas directivas políticas, religiosas y morales.

Se construirán las obras que hasta hoy nos llegan y que son el paradigma de su potencia intelectual, organizativa y artística. Así, en Teotihuacan, los senderos humanos de la vida y los misterios de la muerte son estructurados por los sacerdotes dedicados al autosacrificio, la meditación, el estudio, al gobierno y, enfáticamente, al culto de sus dioses tutelares: aquellos que hay que atender cada día para implorar sus favores. Los dioses se "comunican" con los hombres santos, su personificación en la tierra, por ello éstos ejercen el derecho de fundar un estado y conducir a la sociedad.
Tal evolución fue también científica: los conocimientos astronómicos y matemáticos dieron lugar a la invención de calendarios. El pensamiento mágico, ahora enmarcado por una religión instituida, profundizó su presencia en la invocación a los dioses y en los sacrificios que les otorgaban.
Elaboraron un panteón de dioses tutelares siendo esas deidades las que originaron la imperiosa necesidad de templos e iconos. Los mitos y la religión fueron el motor para la creación de colosales obras que hoy consideramos arte. No fue así para ellos puesto que arquitectura, escultura, pintura y cerámica eran objetos de culto, eran por y de los dioses y, en muchos casos, eran los dioses. Otras, son obras ideográficas plenas de signos con categoría de lenguaje escrito. Lo más probable es que esas obras --esculturas, pinturas, cerámicas-- fueran creadas y realizadas en talleres ocultos, por artistas reclutados por los jefes religiosos. Muchas de las obras serían para uso exclusivo de los sacerdotes, otras, con símbolos y formas estandarizadas, para la “catequización” del pueblo. Hoy, todavía podemos "leer" el mensaje que nos trasmiten. La expresión de las obras quedó patentizada por la relevante capacidad poética de algunos hombres y su vocacional aptitud plástica que la perspicacia de los sacerdotes supo explotar.

La plástica por los dioses
Acercarse a Teotihuacan es conocer la sabiduría que implica construir un centro ceremonial, una ciudad concebida como hábitat de un pensamiento místico, que cobije y acompañe la perennidad del tiempo. Su monumentalidad hace que nos sintamos predispuestos a reconocer, a experimentar la inmortalidad de lo sagrado. Es una construcción en función de un credo fulgurante y vital que es comunicado

con una plástica de inteligente síntesis: ésta, es símbolo y configuración de ese pensamiento.
Crearon formas arquitectónicas distribuidas abiertamente donde el espacio entre volúmenes juega de manera potentísima. Es la valoración y fuerza de ese espacio lo que convierte a Teotihuacan en un monumento de estética sublime por el equilibrio dialéctico de sus componentes. La horizontalidad, como explícita idea de lo profundamente terrenal; la verticalidad, frenada su ascenso por la horizontal: así son sus pirámides, pesando su mole contra la tierra. La simetría, símbolo del reposo, de un estado de éxtasis contemplativo que irradia el misticismo de la Fe en lo humano. Teotihuacan fue construido por una lúcida inteligencia de teólogos y matemáticos, de artistas comprometidos medularmente con su credo. Se desprende de su estética un enorme idealismo mostrado en forma casi abstracta, con deliberada intelectualidad simbólica, como lenguaje ideográfico de mitos y cosmogonías.
Nos legaron el pensamiento inscripto en sus obras, padre de futuras culturas mesoamericanas, toltecas y aztecas. Nos legaron su mensaje de paz y armonía con la musicalidad de su silencio, su mundo mítico y estético donde la eternidad del transcurrir del tiempo fue arte por los dioses y hábitat para que los hombres entregaran su devoción.

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