domingo, 15 de agosto de 2010

OLMECA

Configuración dogmática y diseño metafísico
Poco se sabe de su transcurrir. Inmersos en la selva de la costa sur del Golfo

de México, su desarrollo cultural ocurrió en el Periodo Preclásico, 1300 - 400 a.C.
Fundaron una sociedad subordinada religiosamente al jaguar y tales conceptos fueron plasmados en una poderosa obra arquitectónica, escultórica y cerámica, producto de una técnica neolítica de extraordinario artesanado. Esto, los coloca como una cultura muy avanzada para esa época mesoamericana.
Durante el primer milenio anterior a nuestra era, establecieron rutas comerciales desde sus tres sucesivos centros ceremoniales: San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes, difundiendo su dogmatismo y pautas culturales a Tlatilco en el centro de México, al inicial pueblo zapoteco,
a los grupos protomayas, a la costa del Golfo y llegando hasta la actual Costa Rica.
Será en San Lorenzo, donde establecerán primarios criterios de diseño para un urbanismo ceremonial. Efectuaron observaciones astronómicas en incipientes estudios de la mecánica celeste; inventaron un tipo de calendario con numerales y crearon los primeros jeroglíficos semióticos de Amerindia. Tales logros intelectuales serán legados a las posteriores culturas, principalmente a la zapoteca y a la maya.

La Arquitectura
En La Venta, su segundo asentamiento, crearon un urbanismo de tipos arquitectónicos. De esta manera, diseñaron estructuras edilicias, prototipos morfológicos y espaciales con múltiples variantes formales, que se desarrollarán en la futura Época Clásica: la pirámide templo, sistemas templarios, la plaza ceremonial, el campo de pelota y los monumentos míticos o de conmemoración política

e histórica: las estelas.
La Venta fue un centro de culto concebido con Modo Monumental, cerrado y limitado; con espacialidad intensiva y volumen horizontal. Su extremo sur fue obturado por una pirámide redonda de adobe, posible símbolo del volcán Pajapán. (Al parecer, mítico lugar de la creación del mundo según se interpreta de su iconografía.) Hacia el norte, dos plataformas paralelas, supuesto campo de pelota; seguía una plaza cercada pero abierta al cielo y, en el extremo norte, una pirámide. La concepción de un diseño mítico-astronómico es obvio.
Así queda inaugurado en Mesoamérica, de manera explícita y grandiosa, un pensamiento metafísico, dogmático y plástico que regirá por más de dos mil años.

La Escultura
Crearon la primera gran escultura amerindia y una de las más potentes del planeta.
Fue plasmada líticamente, como obra de culto votiva o conmemorativa. Colosales cabezas, sacerdotes, tronos-altares, obras propiciatorias de la fertilidad agraria como las hachuelas de jade, máscaras, esculturas cerámicas de niños, etc. La mayoría de las esculturas poseen una concepción naturalista siendo, gran parte de ellas, idealizadas como abstracciones figurativas, expresionistas o superrealistas de imágenes de dioses. Abundan tallas humano-felínicas producto del culto al jaguar,

su deidad suprema detentadora del poder de la Tierra, el Sol,
a Lluvia y la germinación del Maíz. El mito felínico, se tornó tan obsesivo en su iconografía como ocurrió en san Agustín –Colombia--, y en chavín –Perú--, culturas contemporáneas de la olmeca, y aguada --Noroeste argentino--.

Cabezas colosales
Las enormes cabezas de Modo Estético Monumental y Estilo Figurativo: Naturalista, son retratos de jefes, quizás reyes-sacerdotes.
El desbaste del bloque es escaso, conservando la volumetría de la masa original con su total potencia lítica. Se percibe, con inmediatez impactante, a un ser humano cuyo retrato es de cabal altivez y firme carácter, estableciendo con hondura la sublimación de un superhombre.
La fuerza que emana de la captación psicológica de aquellos autoritarios señores y la altura expresiva de tal plástica denuncia un superior talento para penetrar en la naturaleza humana; comunica su trascendencia metafísica y la íntegra magnificencia de la piedra por la expresión de su cualidad inmanente: la petricidad. Los olmecas reiteran en cada trabajo una sólida poesía formal apoyada por una eximia artesanía de maduros escultores.

"Trono" o "Altar" 4 de La Venta
Imponente monumento realizado con cuatro explícitas concepciones formales: mítica, naturalista, ideográfica cósmica y arquitectónico-escultórica.
· Lo mítico. El friso superior muestra la imagen frontal y abstractizada del rostro de un jaguar como protector poder celestial. Abajo, una gran boca, abertura simbólica hacia el Inframundo.
· Lo naturalista. Bajo el friso, un sacerdote de humana presencia, surge de las fauces del felino, o sea de la boca-entrada al Inframundo. En la mandíbula superior que enmarca la boca
y en diagonal hay cuatro plantas de maíz. El sacerdote sostiene la cuerda que apresa un prisionero tallado en la cara lateral.
· Lo ideográfico cósmico. Todos los elementos ensamblados configuran una definida ideografía: un jefe bajo la tutela felínica en la entrada al Mundo Subterráneo, región de los Muertos y la Fertilidad, ostenta su captura, símbolo de su poder. Lo rodea la planta sagrada que emerge de la matriz del Poder y la Fecundidad: el seno de la Madre Tierra. El bloque escultórico es una configurada metonimia de la Tierra, pudiéndose interpretar que a ésta la energiza el jaguar y bajo su tutela, la gobierna

el hombre.
· Lo arquitectónico-escultórico. El haber tallado este monumento con una función específica de posible altar o trono, estableció pautas utilitarias inherentes a lo arquitectónico pero, al mismo tiempo también escultórico expresivas: figurativas

y abstractas, bi y tridimensionales.
(El concepto arquitectónico-escultórico fue norma constructiva en casi toda América antigua.)
Se han descubierto varios monumentos de similares características morfológicas, lo que prueba la constante preocupación de las castas gobernantes por la mostración, con fines políticos, de conceptos dogmáticos, transmutados en pensamientos visuales y plasmados en obras de culto como comunicantes ideografías cósmicas de poderosa volumetría y diseñada estética.
Al igual que en toda expresión de magnitudes trascendentes y atemporales, en la plástica olmeca el Ser del autor se devela en la obra. El autor fue transmisor de lo colectivo cultural,
o sea, lo mítico, lo político y lo estético. Tal nexo trinal se yergue constante en la obra olmeca patentizando la metafísica configuración óntica, o sea del

ente-artístico-plástico, desocultando su poética y volcánica voz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario