domingo, 15 de agosto de 2010

PALENQUE

Arquitectura - Escultura 600 - 800 d.C.
Nos sumergimos en los vapores cálidos de una selva húmeda, sonora de vida. Emergiendo de esta verdura politonal brota Palenque: centro ceremonial maya de las tierras bajas de Chiapas, México. Los edificios, extraídos de la frondosidad forestal, son el corazón del otrora sacro lugar. Su emplazamiento surge cual un camafeo marfileño entre canoros pájaros, colocado con exquisita sensibilidad sapiente, en un cofre de esmeralda botánica.
Descubierto a mediados del siglo XVIII, Palenque ha sido desde entonces objeto de fantásticas especulaciones en cuanto a su historia y antigüedad. Para su desgracia, sin desmedro de las importantes investigaciones arqueológicas realizadas hasta ahora, se presenta la paradoja de estar frente a una fulgurante obra de arte, integrada y coherente, de la cual la bibliografía estándar no habla estéticamente. Su armonía ha suscitado múltiples elogios por generaciones pero, poco o nada se ha analizado sobre su armonía estructural, su canon proporcional y menos sobre su evidente intencionalidad óntica, fundamento metafísico de su estética.
Su conformación estructural es propia, barroca y luminosa, de gran refinamiento formal y artesanal que denuncia, casi musicalmente, una singular espiritualidad. El conjunto, de privilegiada armonía, consagra un auténtico intimismo arquitectónico. Su encerrado urbanismo fue la expresión de poetas arquitectos inspirados pues Palenque es eso: un hecho poético sensual y esplendente, rodeado de un meandro boscoso. Reposa, como vívida joya exponiendo su aura fantasmal que reverbera sobre las ancestrales ruinas.

Arquitectura - Escultura. La sensualidad cinética
En Palenque, hubo una definida propuesta estética y plástica. Su urbanismo posee canon estructural y proporciones arquitectónicas que se mantienen constantes por unos trescientos años. Esto indica un conservadurismo estilístico que busca perpetuar, como imagen constante, la solidez del arraigo de las dinastías gobernantes; el signo de un ideal estético y la perduración de una idiosincrasia consustanciada con valores plásticos, religiosos y metafísicos.
El conjunto de edificios que componen Palenque son una rítmica melodía: es la dialéctica de sus formas que la envuelve con su discurso barroco. Lo estético, asentado en numerosos y puntuales detalles, florece en un conjunto amable, de sutilezas lumínicas. Esa esencia modal intimista, generalizada en el área maya, tuvo aquí su máxima expresión. La homogénea configuración de sus partes convierte a Palenque en un latir de formas y sonidos de luz generadores de equilibrio audiovisual.
Es una creación de pequeños templos, religiosos y conmemorativos de jefes dinásticos, con sus dos cámaras abovedadas y caladas cresterías cual cúspides del ámbito sideral. Esos santuarios privados, con humanísticos relieves sumergidos en el hálito sensual de barrocas iridiscencias, aún conviven con nosotros. Varios templos y estructuras edilicias rodean el Palacio, punto central de Palenque. Aquí, en ese Palacio, hábitat del sacerdocio, es donde se presiente una mística ancestral impregnada de copal. Gustamos de su original planta funcional que sincroniza tres patios internos con largas habitaciones en derredor, la liviandad de los muros, la mayor amplitud de las cámaras con sus osados vanos y una torre atípica que eleva sus tres pisos asentando la posibilidad de su utilidad astronómica.
Aquellos hombres veneraron a sus dioses extremando su misticismo con autosacrificios sangrientos y, al mismo tiempo, ofreciendo su Ser poético como inmanencia de una plástica sublime. Todo Palenque es una integridad votiva, una expresión esencialmente lírica donde hoy campea la placidez encapsulada de una paz paradisíaca. Es la obra maestra de ese clima existencial donde, a veces, los hombres logran insuflar su ternura esperanzada. Es la luz de ese espíritu en estado de nirvana y entregado a los dioses por Fe y que conlleva lo hondo, lo arcano del Ser humano para la esencia eternal de las deidades.
Con un estilo secularmente coherente de engamadas formas, de intención ritual religiosa y estética transcurrió Palenque. Esta vocación aún la envuelve, permanece entregada a ese temperamento de fusionar lo teocrático metafísico con lo físico-estético en una simbiosis armónica. Tal correspondencia de las partes expresivas fue la sensible concreción intelectual que generó tal armonía, que todavía nos acaricia cuando penetramos en ella, cuando la sentimos como un presente y ambulatorio fantasma, como un aflorar luminoso de cada una de sus corporeidades.
Hay cinetismo de arabescos que serpentean por sus muros enjoyados con relieves modelados. A veces representan escenas naturalistas con personajes de vívido dinamismo, otras, explícitos documentos históricos o alegorías míticas. Los primeros se encuentran en los frentes exteriores de las bóvedas, debajo de las cresterías y en los pilares, entre vano y vano, de los muros; los segundos en las paredes de fondo de los santuarios. Se muestran severos jerarcas enmarcando un tema central

mítico-histórico, representando una suerte de relato de comunicación y conmemoración histórica, de sucesiones políticas, rodeados de glifos con fechas calendáricas.
Tres de los relieves más importantes tienen imágenes cruciformes en su zona central. Dos de estas cruces están compuestas por tres monstruos: uno inferior, Inframundo; uno medio, terrestre y uno superior, celestial. Estos relieves se encuentran en Templo “de la Cruz” y de “la Cruz Foliada”; el tercero en una gran loza calcárea, la del rey-sacerdote Pacal y pertenece a la lápida de su tumba ubicada bajo la pirámide del Templo “de las Inscripciones”. Estas cruces, simbolizan la planta del maíz y el Eje del Mundo.
Los relieves murarios fueron modelados con estuco --cal, piedra molida y agua--

y sobresalen por la sensible maestría plástica de su factura. Trasuntan un expresionismo de conmovedora naturalidad. Además de los relieves, se han desenterrado mascarones de dioses y cabezas modeladas de notable naturalismo psicológico e intenciones retratistas. El logro plástico de retratar personajes de su sociedad coloca a la plástica palencana en especial lugar junto a olmecas y mochicas.
El modelado de Palenque es vital; ejecutado con sensible oficio y expresionista espontaneidad, la luz resbala resaltando lo mínimo y la energía psíquica del personaje se manifiesta y vibra. Observando ese personal modelado de explícito palpitar cual inherencia de la materia plástica, no se puede dejar de rememorar a Donatello y Rodin. Ambas expresiones, con mucho en común y gran distancia temporal, hacen reflexionar sobre la infinitud de la poesía y su metafísica esencia omnipresente, no importa en que lugar o tiempo, pero que sólo algunos dotados poseen y plasman.
Todo Palenque es metáfora arquitectónica, es poiesis trasmutada en desarrollo constructivo; creado cual alegoría ontológica por sucesivos reinados, por hombres consustanciados con un idéntico Ser, con un mismo discurso estético ofrendado al Ser del mito, esencia temática de su devoción expresada con esplendente presencia. Palenque nos impone esa estética simbiotizada con lo mítico en constantes reverberaciones. Esa unión insuflada por su ancestral intimismo y arraigada en su armonía, ha logrado perennizarse como ente. Tal la virtud de una constancia artística que, extraída de la inmanencia del Ser, es colocada en una creada realidad expresiva. Desde su plasmación, aquel ente ha emanado inmutable en la dinámica de su estabilidad constructiva. Todavía será un pulsar eternizado mientras el deterioro de los siglos no arrebate su materia. Desde lo profundo, el otrora sagrado ámbito todavía irradia su aura cobijante de iridiscencias cautivas. Eso es lo substancial de Palenque: un deslumbramiento consumado en la eurítmia y aprehendido estéticamente.

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