sábado, 19 de febrero de 2011

Nasca y mochica: dos antítesis estéticas,
máximas expresiones ceramistas del Perú

Notas para una estética
Tratar de sintetizar las sobresalientes cualidades plásticas de las cerámicas nasca

y mochica no es tarea fácil, la envergadura de estas culturas y su complejidad así
lo avalan. Estos dos formidables pueblos militaristas presentan características estéticas contrarias, configuralmente opuestas. Lo singular es que siendo contemporáneas, 100 - 800 d.C:
-con idénticas problemáticas económicas,
-con similar desarrollo de técnicas de ingeniería hidráulica, tendientes a irrigar grandes zonas áridas de la costa peruana;
-poseyendo cultos con intrínsecas equivalencias míticas;
-con estructuras socio-políticas semejantes,
estas dos belicosas sociedades, una en la costa norte, la mochica, la otra en la sur, la nasca, crearon dos concepciones plásticas formal y expresivamente opuestas.

La Cultura mochica, establecida en el valle del río Moche y en un vasto territorio conquistado, fue vocacionalmente de escultores y dibujantes de temática naturalistas. Ésta, da significado a la forma con elementos tomados de lo cotidiano, sobresaliendo en la "documentación" de esa realidad. Imprimen en su cerámica el documento con fuerza expresiva y ostentadora exégesis del militarismo y escenas palaciegas que muestran también una temática mítico-religiosa.
La Cultura nasca, descendientes de la Cultura paracas, fueron pintores idealistas

y simbólicos. Pintan principalmente su mitología, su ideal de deidad con barroca concepción simbólica.
Se muestran con finura ejecutiva, preciosismo técnico y un virtual carácter militar percibido, como constante metonimia, en un personaje felínico volador portando cabezas-trofeo.
Resumiendo, dos criterios expresivos y estéticos antípodas: la apasionada verdad,

lo real, el documento de raíz naturalista, como prioridad temática, opuesta a la mística poética de la necesidad del signo abstractizado que simboliza el mito.
Estas voliciones expresivas contrarias no son impedimento para que ambos
pueblos posean idéntico sentido intimista, aspecto estético que, con extraordinaria calidad plástica, supieron plasmar profundamente.

Nasca. Periodo de los desarrollos regionales. 100 - 800 d.C.
En 1901 Max Uhle, el gran arqueólogo alemán, descubre la Cultura nasca.

Ubicada a lo largo de la costa del Dto. de lca al suroeste del Perú, tuvo como asentamiento principal la ciudad de Cahuachi. Su irradiación cultural se propagó
por los valles aledaños y hacia el interior del territorio.
Los nascas presentaban aspecto mongoloide y su ideal físico incluía deformación craneana, mujeres obesas y varones delgados ataviados con lujo y ornamentos como fue costumbre de todas las clases dirigentes de Amerindia. No obstante ser herederos directos de la textilería paraqueña, sus telas no tuvieron la relevancia creadora de sus ancestros pero sí su vocación pictórica.
Fue un pueblo militarista de idiosincrasia comercial. Irrigó con inteligentes canalizaciones sus tierras y su economía agraria la completó con la pesca.

Pareciera evidente, de acuerdo con las investigaciones realizadas, que los
enormes geoglifos escavados en el desierto entre Nasca y Palpa tuvieron para
los nascas hondos intereses astronómicos y rituales. Estas líneas, algunas
de largo kilométrico y diversos anchos, es probable que hayan constituido
un colosal calendario. También hay dibujadas en el suelo grandes siluetas
de animales y plantas.
Es plausible suponer que este conjunto de esmerado y consecuente trabajo

de gigantesca escala, tuvo connotaciones con una notoria sacralidad
religioso-ceremonial.
Paulatinamente, en los comienzos de nuestra era, al producirse el ocaso de

paracas, nasca impone su personalidad sobre un arte también heredado,
pero que ellos elevarían a uno de los pináculos máximos: la cerámica pictórica.
La escultura no se desarrolló, en cambio, por los numerosos restos de
instrumentos aerófonos encontrados, podemos comprobar el gran interés
que tuvieron por la música instrumental y danzada.
Es de contundente realidad que expresaron su mayor talento plástico como

pintores, plasmando con prioridad su mitología, sus costumbres rituales
e imágenes idealizadas de animales.

Los pintores. Simbolismo e ideografía. Periodos evolutivos de su cerámica
Protonasca. Época paracas Necrópolis, hacia 200 a.C.: ceramios con dibujos

incisos, engobe y decoración hasta seis colores.
Nasca primitivo. Engobe y sin incisiones. Comienza variación de piezas y aumento de motivos míticos dibujados con líneas finas.
Nasca medio. Con vasos más altos. Fondos blancos o rojos; líneas “muertas” con pincel enmarcando las figuras. Bien establecido equilibrio entre fondo y figuras

de zonas grandes.
Las piezas se enceraban después de cocidas. Sus formas presentan poca

variación y un esmerado acabado artesanal.
Nasca tardío. Figuras míticas repetidas, de tamaño pequeño y sumamente barrocas cubriendo toda la pieza; casi anulado del fondo. Se pintó hasta con doce colores.

Nasca. Al provenir de paracas, cultura que realizó cerámica de limitada creatividad, nasca se elevó plásticamente con una actitud transformadora de extraordinario diseño ideográfico y plástico. El color es simbólico al igual que los personajes míticos. Es una pintura plana que nunca pretende representar una realidad ni

planos espaciales; son formas que pertenecen a una idealidad mística
y comprenden una cosmovisión que trasparenta una idiosincrasia guerrera.
El felino –deidad hegemónica-- es presentado asiduamente como también las cabezas-trofeo. Al igual que en toda Amerindia, estos símbolos de lo sagrado denuncian un ritual sangriento: el felino es un totem protector, dador de poder
y la cabeza-trofeo una imprescindible prueba de valor consustanciada con
la fuerza que viene el sacrificado. (En este sentido pudo haber habido
un significado similar al del canibalismo.)
La pintura es impersonal, de arraigadas ideas colectivas. La línea es estática, sin valores sensibles; es dibujada para perimetrar las formas, separar los colores

y acentuar el contraste entre ellos y no como un dibujo dinámico en sí. Los temas compuestos son arquetípicos, con signos e imágenes similares. Al repetir los
motivos se muestra la intención rítmica de las formas y, al combinar manchas
de color en un juego dialéctico expresivo, se evidencian contrastes afirmando
su valor pictórico. Al reiterar los signos ideográficos se explicita una semiótica,
o sea de un lenguaje configurado mostrado con sugerente musicalidad.
Su principal tema fue humanoide-felínico, una deidad casi perpetua. Se la muestra muy abstractizada, con atributos de felino, colmillos y bigote convertidos en signo. Estamos frente al secular personaje dios omnipotente, proveedor de alimento

y protección.
La más de las veces nos parece presenciar, a la vez que un cabal pensamiento mítico, una imagen ideal que simboliza la esencia metafísica deificada. A través

de centurias los nascas metamorfosearon a este personaje: de hombre-felino fue adquiriendo elementos de ave y se lo ve suspendido o volando de perfil portando cabezas-trofeo. Luego comienza a poseer elementos de ballena que van desplazando al felino y al ave. Ahora bien, desde una imagen
de un animal terrestre se fue transformando en aéreo y por último en marino.

Una larga y misteriosa metamorfosis que parece indicar cambios de mutaciones varias en el culto secular.
Nasca decae en siglo noveno d.C. al ser absorbida por la cultura huari.

Mochica. Periodo de los desarrollos regionales. 200 - 800 d.C.
En la costa norte del Perú, en el valle del río Moche, cercano a la actual ciudad

de Trujillo se encontraba, entre los siglos I a.C. y IX d.C., el centro gubernativo
de los mochicas. En este pueblo, nacido de una fuerte casta aristocrática militar,
los atributos felínicos fueron entronizados como fuente de poder. Fue un estado despótico y agresivo, con jefes de vida lujosa palaciega, ostentadores de placeres
y valentía guerrera.
Acompañando a esta oligarquía, retirados en sus templos, los sacerdotes

habitaban pirámides escalonadas, haciendo vida monástica y elaborando rituales. Veneraban a un dios con grandes colmillos, principal deidad llamada Aiapaec,
"El Hacedor". Otro animal obtenía también su culto: el zorro nocturno, lunar,
que aúlla "conversando" con el astro. Estos hombres místicos se dedicaban
a la medicina y eran cirujanos hábiles.
Era una sociedad machista y la mujer carecía de relevancia. La práctica de la homosexualidad estaba establecida. Fueron buenos navegantes y pescadores

por tradición construyendo embarcaciones mayores, para varios tripulantes.
Sus técnicas agrícolas incluían la recolección de huano en las islas cercanas.
Sus obras públicas fueron de trascendente ingeniería en la realización de portentosas canalizaciones de regadío al igual que su arquitectura de prácticas soluciones. Sobresalen de sus construcciones religiosas la “Huaca del Sol”,
pirámide levantada con adobes, cuyas dimensiones se suponen de unos
228 X 135 m de base y 48 m de altura. Aunque de menor tamaño se destaca también la “Huaca de la Luna” que juntamente con la del Sol constituyeron su principal centro de culto del valle del río Moche.
Hay fundadas opiniones que consideran un posible sistema signal gráfico de

pallares marcados o con dibujos geométricos realizados en telas. Si bien no
se ha podido establecer la veracidad de una escritura es evidente que tales
signos representan un tipo de lenguaje.
Toda su realidad existencial, su transcurrir cotidiano, fue registrado con su

cerámica. Esta temática se ejecutó de dos maneras: vasijas escultóricas,
modeladas con asombrosa fidelidad documental, con enfática intención de
objetivar lo real y recipientes esféricos con imágenes naturalistas y monocromas, dibujadas con pincel y sensible línea. Su obra cerámica posee excepcionales
valores plásticos; se levanta como una verdadera enciclopedia modelada
en donde esta cultura volcó su más entrañable concepto intimista y una
tendencia egocéntrica, de auto glorificación nacida de una intrínseca soberbia.

Los escultores retratistas
En la cerámica escultórica casi todas son retratos, si entendemos el concepto

como una representación lo más fiel posible, que persigue una interpretación
del modelo tanto física como psíquica, animal o vegetal. Por eso afirmo que la intención del artista mochica no queda restringida al retrato facial: cuando modela
un animal, una planta, los diversos personajes de su sociedad, los actos de estos personajes, en una palabra, todos los hechos de la vida cotidiana, está
pretendiendo retratar, documentar y registrar dicha realidad.
Es así que nos enfrentamos con un enjambre multifacético de representaciones humanas
y naturales, con el esplendor de un modelado inspiradísimo, capaz
de dar carácter y vida artística con su vitalismo –cualidad expresiva de la materia develada por el modelado del artista--, de perpetuar un gesto o una anatomía,
un movimiento, una somatización, un simbolismo, un vegetal, una escena sexual,
una carcajada o la soberbia actitud de un jefe. Aquí encontramos la gama completa del accionar humano, es colosal la realidad retratada con moderado expresionismo. Se observa que la obsesión documental cundió con la misma energía y vocación
a través de los siglos.
Fueron ochocientos años de observar y plasmar su realidad, el más constante

y coherente registro socio-cultural habido en Amerindia.

Los dibujantes relatores
Pero no limitaron su capacidad plástica sólo a lo escultórico. Ejecutaron, con la misma intensidad vocacional, recipientes esféricos con asas estribo como soportes de dibujos con pincel o plumas de caña. Usaron dos tonos: rojo y tierra oscura

sobre blanco cremoso y crema sobre rojo oscuro. Como se ve hay una carencia
total de criterio pictórico.
Los dibujos representan hechos guerreros, históricos o sociales y muestran

escenas míticas y/o religiosas. Son hábiles grafías con marcada intención motriz
ya que los personajes pocas veces se los ve estáticos. Sus movimientos
y actitudes refuerzan y esclarecen el relato.
El dibujo siempre muestra acciones dentro de escenas muy precisas y estudiadas. De tanto en tanto descubrimos situaciones humorísticas y hasta superreales.

(Ej: escena donde los platos de comida que le sirven a unos nobles señores, también avanzan por sí mismos pues poseen piernas y caminan.)
Son trabajos exentos de solemnidad y el dibujo fue cambiando de acuerdo con épocas y con las formas de ceramios con asa estribo. En un principio las líneas fueron gruesas, toscas; paulatinamente se van afinando y adquiriendo valoración

y textura gráfica, dominio de la espacialidad y refinada gracia.
Dentro de esa gran labor se observa otra singularidad. En la cerámica escultórica como norma se muestra un solo personaje u objeto estático; en cambio en los dibujos las imágenes son múltiples, de personajes interrelacionados en el accionar. La agilidad lineal, inherencia de las formas, su dinamismo y contenido,

es coherente con la expresión temática y una definida idea plástica.

Conclusiones
Cada pueblo responde con obras a sus necesidades físicas y metafísicas:

no fueron menos los nascas y los mochicas. Ahora bien, lo que se debe tratar
de objetivar es si esa necesidad fue éticamente cumplida y estéticamente
expresada y como se logró ese objetivo. La primera propuesta es obvia: tenemos
la obra que corrobora su realización y, por la coherencia, esmero y dedicación que evidencia cumplieron con su intención. Pero este ítem lo he planteado apuntando
a los siguiente: comprobar la fidelidad con un concepto rector que cada cultura
deja traslucir a lo largo de su transcurrir. Si la armonía entre lo mítico-religioso
--caso nasca-- y lo humano-psicológico --caso mochica-- fue traducido
plásticamente y convertido en hecho artístico. Esta es una situación que no siempre se logra con plenitud. Cuando en lo profundo del Ser se debilita la correspondencia entre idea, obra y carga poética ésta decae y, por ende muere artísticamente para restar como artesanía.
La segunda propuesta es la que impacta y emociona, trasporta el sentir a un universo transmutado, al que debemos familiarizarnos dejando fuera prejuicios estéticos de otras culturas. Pronto comprobamos que su elaboración es refinada

y que va perfeccionando su técnica en función de su nivel poético. Esta conclusión es notoria cuando somos atrapados por su estética y contenido.
En cuanto al cómo se logró ese objetivo óntico-estético no cabe más por decir que respetaron por centurias su criterio por esa finalidad ancestralmente fijada. Esta es una característica común a todas las culturas de Amerindia: respetar un propósito expresivo por generaciones de artistas, como si fuera uno solo el que lo pensó y ejecutó. Cuando este objetivo cambia es lícito suponer que otra cultura se ha introducido a dictar nuevas pautas ideológicas y formales.
(Ej: mayas de Yucatán conquistados por los toltecas). Resumiendo, el cómo se explicita cuando se respetaba la tradición éticamente.
He tratado de analizar dos culturas militaristas pero de opuesto criterio temático

y estético ejemplificando sus plásticas y contenidos. Un militarismo ideal, mítico
y simbólico ejecutado de manera estática y preciosista; otro egocéntrico,
de naturalismo temático, documental y dinámico, a veces despiadado y veraz:
ambos similares en su Modo Estético intimista.
Los nascas como consumados pintores metafísicos; los mochicas como escultores relatores; los primeros profundizaron la astronomía y la inscribieron en el desierto junto a figuras totémicas ceremoniales; los segundos exploraron y plasmaron

hondas verdades psicológicas. Ambos entrañablemente entregados a un
formalismo consustanciado con el Ser: nasca con la divinidad, mochica con lo humano. Dos caminos y una misma volición: expresar con profundidad poética
la entidad creada. He allí lo eternal de su obra plástica.

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