sábado, 26 de marzo de 2011

CHAVÍN Conceptualidad dogmática y diseño metafísico

La Cultura de Chavín de Huantar, estuvo ubicada a 3100 m. sobre el nivel del mar, en la sierra norte peruana. Su centro ceremonial fue enclavado entre los ríos Mosna y Huachecsa, de acuerdo con una concepción mítica referida a una Geografía Sagrada.

El concepto de Geografía Sagrada que cada cultura tuvo, significó percibir una topografía pensando en su morfología y espacialidad natural cargadas de significados míticos. Por razones mágico-dogmáticas y mandato político de las castas gobernantes, se construyeron en dichos sitios elegidos, arquitecturas templarias y civiles destinadas

a ser centros de cultos, civiles y agrarios de los dioses respectivos. Tales urbanismos transformaron lo perceptual dado por la topografía, en configural hecho por el pensar
y trabajo de los hombres.

Chavín presenta un misterioso origen y un transcurrir no muy explícito acaecido entre el 900 y el 200 a.C. Sus ideólogos logran sintetizar conceptos míticos más antiguos, estructurarlos en una ideología coherente y difundirlos, constituyendo por unos dos mil años, el credo fundacional del pensamiento mítico-religioso más importante del territorio andino.
El templo, luego de su ampliación realizada en la mitad del primer milenio a.C., se convierte en arquetipo de centro político, ceremonial y astronómico. Desde él se difundió, con extraordinario éxito ecuménico pan peruano, su dogma basado en el culto del jaguar. Tan extendida influencia, territorial y temporal, fue esencial para los variados desarrollos de las futuras culturas andinas.

El felino, símbolo mítico-cósmico y deidad hegemónica de la Cultura chavín, --de símil importancia que en las culturas olmeca, san Agustín y aguada--, es el "Poder Hacedor del Inicio Universal y de los Mantenimientos", identificado por numerosas culturas y varias épocas, con el Cielo, el Sol, la Lluvia, la Tierra y su fuerza genésica. Concebido como omnipotente protector fue el dios totémico primordial, acompañado por la serpiente y el ave, que inspiró a los cónclaves sacerdotales las diferentes teogonías amerindias, las ceremonias sacrificiales, los ritos propiciatorios e iniciáticos y los diseños plasmados en obras de culto con los siete Géneros Plásticos habidos en la América antigua: arquitectura, escultura, cerámica, dibujo, pintura, textilería y orfebrería.

La obra de culto plástica
La arquitectura muraria del templo, fue de las primeras en Amerindia realizada con bloques de piedra tallados ortogonalmente y colocados en hiladas --una de mayor altura, otra de menor-- produciendo un ritmo visual. Indica ya, tempranamente, un razonado criterio estético y un excelente artesanado constructivo que afincará como tradición en posteriores culturas hasta el incario.
El portal de entrada al templo es sumamente simbólico. Posee dos columnas monolíticas, perfectamente cilíndricas, con un dintel conformado por dos piedras unidas: una blanca, otra negra, dualidad de significado cósmico. Ambas columnas, tienen incisiones que dibujan dos personajes humanoide-felínicos con características singulares: el de la izquierda muestra un ser macho y el de la derecha una hembra, explicitando la dualidad masculino-femenina. Un par de alas los relaciona con el cielo y dos enormes cetros en sus manos, simbolizan su poder.
A los sexos se los ha potenciado con una máscara felínica para el hombre y una vulva dentada para la mujer. Así se concibieron los dioses primordiales, con magistral diseño conceptual
y despótica presencia, cual terribles monstruos dadores de vida, sedientos de sacrificios.
El templo, expone sus imágenes para la veneración de los hombres, que por medio de ritos

y ofrendas, aspiran lograr que las deidades los protejan.
En toda la iconografía chavín son múltiples las abstracciones de la tríada sagrada: jaguar, serpiente y águila harpía, fusionados todos con el hombre. Esto evidencia la idea que los personajes cósmicos potencian al hombre, si éste logra el éxtasis, condición sine qua non para lograr la transformación y adquirir los poderes de la deidad.

Pero, lo verdaderamente extraordinario de chavín junto a su expresividad plástica, es la claridad expositiva de sus pensamientos visuales para comunicar pensamientos metafísicos.
Esta capacidad de comunicación signal e ideográfica por medio de diseños gráficos, tuvo excelentes logros en todas las altas culturas amerindias y fue una constante prueba de sus talentos.

El conjunto ceremonial está compuesto por volúmenes positivos: dos templos de construcción sucesiva ensamblados más dos plataformas laterales. Por vacíos negativos: una plaza redonda hundida para uso ritual y astronómico y una gran plaza ceremonial con desniveles, que se supone convocaba multitudes.

Todos los centros de las altas culturas amerindias se ubicaron en sitios considerados sacros, por razones mágico-dogmáticas y agraria. Se pretendió integrar la obra con el paisaje, creando una entidad de genésico poder. Los incas, dos mil trescientos años después, diseñaron el Cusco entre los ríos Yullumayo y Huatanay.

Subterráneamente, por casi toda la superficie del templo, existen galerías donde se realizaban los cultos secretos a su deidad totémica principal: el "Jaguar Humanoide", llamado "El Lanzón". Es aquí, en esta perenne oscuridad, donde todavía se encuentra en su sitio original este enigmático monolito mirando hacia el este. Fue ubicado en el justo centro del crucero de dos corredores perpendiculares, cuyos cuatro extremos señalan hacia los puntos cardinales, idea simbólica y abarcativa del "ombligo del Mundo" y de la superficie de la tierra.
El bloque de la escultura, incrustado entre suelo y techo, mide 4,60 m y su forma longitudinal es el de un prisma triangular que semeja un enorme cuchillo cuyo filo mira al frente. En él se ha tallado, con incisión y tenue bajo relieve, un personaje humanoide cuyo aspecto monstruoso se diseñó con mezcladas abstracciones de felino y ofidio. Su imponencia escultórica y mítica, como plasmación de un símbolo cósmico en una corporeidad plástica de función
culto-totémica, hacen del monumento un ente singular, de un sublimado pensamiento visual que establece certeramente su omnipotencia protectora.
En la Cultura chavín el arte visual mitológico se talló en piedra y se modeló y/o esgrafió sobre cerámica. El Estilo de sus formas fue Abstracto: Figurativo, Barroco y Expresionista.
Se desarrolló con elaborado simbolismo visual que evidencia un continuado proceso proyectual de rediseños seculares, estereotipados y compuestos modularmente. Es patente que los cambios habidos entre las primeras abstracciones y las epigonales fue el ansia de lograr, siempre con mayor precisión, un mejor elaborado pensamiento visual. Tales cambios, tendientes a pulir lo formal para su claridad semiótica en función de la comunicación dogmática, se evidencian en las estelas incisas de los incipientes relieves.
Esta intención se percibe también en sus expresionistas cabezas clavas. Formalmente reflejan la visión alucinada y trágica de un escultor tallando bajo los efectos de la droga y proyectando, en rostros de ojos desorbitados, torturados misterios ominosos. Tales cabezas fueron empotradas a cierta altura en los muros exteriores del templo, semejantes a fantásticos centinelas del espanto, enfrentando el misterio vida-muerte, que las subterráneas ceremonias rituales conjuraban. La sustancia expresiva de estas obras, realizadas con un lenguaje plástico original, desmesurado

y trágico, plantea un conjunto de incógnitas, cuyo verdadero significado quedará enterrado entre los tantos enigmas amerindios.

“Estela Raimondi” o “El Dios de los Cetros”
Sin duda, es uno de los últimos diseños sobre su máxima deidad, mostrando una depuración conceptual relevante y un mayor barroquismo formal. Una vez más, la simbiosis integradora del humanoide-felino-ave-serpiente como el “Dios de los Cetros" y símbolo del dios Creador universal, se lo ve también Mantenedor ya que lleva la abstracción de la planta del maíz sobre

el pecho.
Formalmente su estilo es Abstracto: Figurativo y Barroco, con una estricta simetría axial que establece su presencia estática y solemne, hierática, donde lo eternal es la inherencia que lo configura metafísicamente otorgándole estabilidad y fundamento ideográfico. Es uno de los más logrados diseños conceptuales amerindios, paradigma de una exhaustiva elaboración visual y estética con fusionadas ideas de fundamento cósmico: mítico-religiosas y cosmogónicas. Este relieve se presenta como la cúspide del prolífico proceso intelectual y plástico que los artistas

de la casta sacerdotal, desarrollaron durante más de quinientos años.
El acervo legado muestra un coherente sentido comunicador cosmovisivo. El felino es plasmado con obsesión, de continuo simbiotizado con el ave, el hombre, la serpiente y vegetales. De esta manera, se conforma un ente referencial de los territorios y poderes cósmicos: Cielo / Lluvia - Tierra / Alimento. Es una imagen ideal que encierra un anhelo: pretende la relación armónica

entre sus componentes para bien de la estabilidad humana.
Ese evidente deseo fue transmitido también en numerosas obras de otras altas culturas amerindias. Se trata de lograr, por medio de las prácticas ceremoniales, dicha armonía entre
lo celestial y lo terrestre, protagonizada y propiciada por una deidad de atributos fundacionales

y todopoderosos.

Similar concepto dio origen en Teotihuacan al dios Quetzalcóatl, "La Serpiente Emplumada".
Así, el ofidio = Tierra, plumas = ave = Cielo fusionados visualmente, hegemonizó los rituales junto a Tláloc, dios de la Lluvia.

El impacto intelectual y conmovedor que es la plástica del templo de Chavín de Huantar, fue implantado en su momento histórico con inmarcesible sacralidad, elaborando figuraciones de irradiaciones monstruosas y enigmáticas con explícito contenido cósmico. Lo felino-signal, como síntesis del jaguar-símbolo, se presenta en una constante vocación por abstraer formas creadoras de una otredad: una neonata criatura mítica que diera sentido esperanzado a la cotidiana realidad aterradora, pletórica de fuerzas indomables y cataclismos depredadores.
Chavín desarrolló un magistral arte conceptual e idealista, aferrado a una creatividad de persistente simbología metafísica, donde lo sublime y esencial del diseño adquiere dimensiones de epopeya formal expuesta con un poético corpus de subsumida dramaticidad mítica. Es la creación de hombres consternados ante la infinitud incomprensible del cosmos y que, mediante tales diseños, pretenden interpretarlo formulando su cosmovisión. Tal voluntad mística y fáctica, por construir una obra de culto plástica y ecuménica, instituida políticamente en el momento fundacional del dogmatismo andino, apuntó a lograr un bien supremo: una corporeidad esencial, una deidad emblemática para sus pueblos contemporáneos y futuros.

Tal imagen dibujada o tallada, fue para su mágico pensar, el Dios mismo y no una representación. En toda Amerindia fue una de las mayores preocupaciones de las altas culturas: el deseo vehemente por trasmutar una idea dogmática en una corporeidad plástica pues ella, una vez consagrada, era la presentación del dios y no su representación. Por las evidencias arqueológicas, históricas y artísticas, semejante proyecto triunfó y todavía tiene vigencia para muchas comunidades indígenas.

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